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martes, 13 de abril de 2010

COSAS QUE NO ME GUSTAN DEL BLOG

Desconozco el número de blogs que hay en el mundo entero. Deben de ser miles, cientos de miles, tal vez hasta millones. Y todos con una misma idea: hacer algo distinto, unos, práctico y útil, otros, o simplemente cómplice del autor y que sirva de vehículo transmisor de su pensamiento. Pero luego llega la cruda realidad y ves, con resignación, que lo que en un principio creías que resultaría fácil, con el transcurrir del tiempo, compruebas que es más complicado de lo que pensabas. Que si estás fuera del “circuito” y no conoces a nadie que te promocione desde el suyo, andas listo, serás uno más, perdido en la blogosfera inmensa que nos circunda.

Hay quienes lo toman como un reto personal el que su página llegue a penetrar en los ordenadores de los mortales, acudiendo a tácticas confeccionadas que circulan por interné, que aseguran los mejores y sorprendentes resultados –como la medicina que te recomienda encarecidamente la vecina- y que luego descubres que no han servido para nada.
Otros, echan mano de recursos impactantes y atrevidos, pero que solo sirven para mantener las visitas, el tiempo que el invento ha durado: el caso curioso de una chica que prometió ir quitándose una prenda diaria, hasta llegar al striptis completo. ¡Y vaya que logró subir la audiencia!

Pero uno, que no tiene imaginación suficiente para crear un modelo nuevo, ni un cuerpo serrano para poder enseñar, ni aún mucho menos, ganas de caer en esta absurda competencia, se conforma con que de vez en cuando, alguien que ha entrado despistado, se detenga, aunque solo sean veinte segundos, a mirar lo que has dejado escrito ese día en tu blog. Porque al visitante no se le puede exigir mucho más, y mucho menos que deje un comentario sobre qué le ha parecido el contenido. Eso jamás lo esperes. Es un viajero precipitado, acuciado por el tiempo, que aprovecha, cuando el jefe le da la espalda, para abandonar el trabajo por el que le pagan, y dedicarse a fisgonear por la ventana de su pantalla, tratando de encontrar en su gloriosa exploración, la página culmen donde poderse realizar.

No vayamos a creer que lo consiguen a la primera. La labor de búsqueda puede tardar días, semanas, hasta meses, antes de localizar el blog que satisfaga sus exigencias. A ellos no les sirve cualquiera. Como requisito previo ha de ser el de un famoso, o el de algún periodista de moda. Ellos se sienten importantes y no consienten, por nada del mundo, que sus comentarios anónimos no sean leídos más que en las páginas prestigiosas de estos personajes divinizados. Porque no otra cosa que seguidismo encuentras cuando entras a ver las colaboraciones que han dejado los seguidores de la página. Funcionan como una secta, todos al dictamen de lo que opine el autor, aunque dos días antes haya dicho lo contrario: ellos “amén”. Y no se te ocurra –por desconocimiento de cómo van las cosas en estos foros- llevar la contraria al líder: menos bonito, te dirán de todo. Algúnos, hasta se han convertidos en auténticos chat al uso de una nueva clase de chateros revestidos de intelectualidad (échese una ojeda si no, a uno de los blog de "El País": allí la élite intelectual de comentaristas se dan cita a diario (casi siempre son los mismos, los nuevos son completamente marginados y optan por abandonar) para competir entre ellos, a ver quién dice la ocurrencia progre más impactante.

Dice un refrán que “cría fama y échate a dormir”, y esto es lo que les ocurre a estos exitosos periodistas, que una vez que han llegado a lo alto, pueden vivir el resto de su vida de la fama que han adquirido. Hay uno, que visito a diario, que se ha tirado una semana completa hablando del “escacharramiento” de su lavavajillas, y para finalizar la temática, el post del último día fue una fotografía de su maravilloso lava platos. Todo un éxito. La comunidad “flipaba”, los comentarios se disparaban ese día, fue el no va más de los hallazgos.

Ante tanta indefensión, qué podemos hacer el resto de blogueros: resignación y seguir hasta que el cuerpo aguante. Quien diga lo contrario, miente. El blog no es un diario personal al que le vas haciendo confesiones secretas. Esto es bien distinto. Cada día te esfuerza en buscar algún tema que pueda ser atractivo, recurrente, o práctico para quien lo lea. Te preocupas por el contenido del mensaje y la manera en que lo transmites. Y, aunque sea un trabajo de realización personal y una manera de luchar contra el tiempo que te sobra, alguna vez te gusta que lo vean y se detengan un minuto, po lo menos, a ojearlo, si no, es más aburrido que estudiarse los tochos del derecho romano, o leerse la guía telefónica de Madrid.

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