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martes, 4 de mayo de 2010

LA SOMBRA DE LA CENSURA SOBREVUELA LA IZQUIERDA

No fallan las políticas, somos los hombres los que las realizamos mal. Aunque la teoría a aplicar pueda influir en el resultado de las acciones, lo que evidentemente marca la finalización de los actos que realizamos, es el ser que llevamos dentro. Por lo tanto, podemos encontrar al indeseable, al facineroso, al manipulador, al sectario y al arribista, tanto en un partido de ideología de derecha como –por desgracia ocurre- en uno de izquierdas. Nada ni nadie está a salvo de esta pandemia. Todo depende del individuo que la aplica. Es más, con el paso de los años, voy descubriendo que se puede encontrar al hombre justo y bueno, sin necesidad de estar cercano a ninguna de las dos ideologías imperantes: sólo le basta no haber perdido el norte, ser autocrítico, tolerante y tener la cualidad envidiable de captar los problemas ajenos.

Ocurre que, mientras fui un “tonto útil”, todo fue bien. A los manipuladores de las ideas les venía como anillo al dedo que una persona independiente, un ciudadano sin adscripción política, con resuelta ideología de izquierda, abogara y defendiera posturas cercanas a sus propuestas ideológicas. De cara a sus militantes era como reafirmar lo acertado de su política, ya que personas “serias, coherentes y progresistas”, al coincidir con los planteamientos que ellos mantenían, demostraba el acierto de sus propuestas, puesto que era aceptada por una ciudadanía al margen de la militancia partidista.
Todo era perfecto. Mis post y los comentarios que hacía, de vez en cuando, en su periódico, eran respetados como dogma que elaborara cualquiera de los popes del partido, hasta que un día –inducido por la aconfesionalidad de mi carácter- me permití discrepar de un análisis que unos de los “teóricos” hacía. A partir de ahí, caí en desgracia. Desde ese instante, la estrategia stalinista que creía superada y desaparecida, se pone en funcionamiento y, al hasta entonces “compañero de viaje Derpolíngano”, se le pone la barrera de la censura para que no pueda acceder a las páginas del “periódico libre para una ciudadanía informada” (la.República.es), y, con gran decepción, descubro que el tiempo ha pasado en balde, que los hombres no cambiamos y que somos el único animal de la tierra que podemos tropezar cien veces en la misma piedra. (
En este link pueden observar la burda manipulación que hace, un "supuesto José", a mi comentario, despreciando a las personas que suelen leer sus páginas, y cómo, a fecha de hoy, aún está pendiente desde el día 29 de Abril, el cuarto comentario (que es el mío) donde les recrimino su censura y el poco respeto con los lectores).
Dice el dicho popular que “el hábito no hace al monje”, y habría que añadir también que al hombre de izquierda tampoco lo hace la ideología. Como todos los dogmas, este también puede estar cargado de impostura.
Siento, con gran pesar, en manos de quien están los partidos. Aunque la derecha cavernícola se pueda frotar las manos con este post, no puedo dejar de denunciar esta postura con olor naftalina de los responsables de dicho periódico. Así nos van las cosas.
Después de tanta basura, no está de más limpiarnos los oídos (y otras muchas más cosas) con esta bellísima canción ("Gracias por escucharme") de Sinead O´Connor. No cura pero sí calma.

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