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miércoles, 26 de mayo de 2010

LA TORRE DE BABEL


Anteayer, la noticia estuvo en ese dinosaurio franquista que aguanta, año tras otro, sin intención de disolverse: el prescindible Senado. El motivo no ha consistido en que hayan elaborado unas justas medidas para paliar la crisis; tampoco, un toque de atención senatorial al presidente Zapatero, para que reconsidere los recortes salariales que va a imponer a funcionarios y pensionistas; mucho menos aún, la recomendación para que el gobierno apruebe un salario ético para políticos, altos cargos públicos y directivos de bancos y de grandes empresas. Nada de eso. La noticia que nos proporcionó la alta cámara en el día de ayer, fue la intervención del presidente Montilla ante los ínclitos representantes autonómicos, para solicitar el apoyo al estatuto catalán y la renovación del desprestigiado Tribunal Constitucional.

Hasta aquí, todo perfecto, el hecho en sí no deja de ser intranscendente, a no ser –y aquí está la noticia- por el gasto añadido de 6.500 euros que ha supuesto la intervención del citado presidente, en catalán, y su respectiva traducción, que ya no sé si al español, o al gallego, euskera, bable, andaluz, valenciano, baturro, o que me parta un rayo, porque lo cierto es, que cada día ando más perdido en mi propio país. Era patético observar el diálogo entre dos andaluces (Cháves y Montilla) con el auricular de traducción por medio. Como pueden comprobar, es un demostrativo ejemplo de ahorro que nos dan nuestros altos representantes, para solventar la perruna crisis que padece el país.

En una situación en la que un buen número de familias españolas lo están pasando terriblemente mal, y en la que a nivel internacional se trata de adecuar un idioma único con el que todos los ciudadanos puedan llegar a entenderse, acciones como las del Senado no dejan de llenarnos de asombro, califican a la clase política que la ejecutan y muestran la lejanía de estas castas privilegiadas, del resto de la población que dicen representar.
Los que no nos rasgamos las vestiduras por mantener un nacionalismo español, estamos de enhorabuena: los mismos españolistas, los que defienden a capa y espada la unidad de la patria, son los que –en su afán oportunista- la están llevando a su ruina. Ellos son los que nos están haciendo el trabajo. Luego, que no se llamen a engaños. Y lo siento de verdad por el idioma, el español, y, aunque me lo impusieron desde pequeño, es una lengua que me agrada bastante. ¿Será por las más de 6.000 palabras árabes que contiene? La torre de Babel en que convirtieron Iberia se está desmoronando.
Desgraciadamente, cada día es noticia este cementerio de elefantes que no sirve para nada, a no ser para darle de comer a otro buen puñado de parásitos que se niegan a ganarse la vida dignamente, como la gran mayoría de la población. Ayer volvió a ser noticia, una vez más, no por sus adecuadas propuestas e iniciativas, si no por convertirse en un gallinero de "hooligans", donde hasta el mismo presidente del Senado, Gabriel Rojo, se sintió avergonzado, y eso que él es político y debe andar vacunado contra semejantes reacciones, cuanto más, qué puede pensar el sufrido ciudadano .
Mientras tanto, el gobierno dando decretazo por aquí, bandazos por acá, rectificando al día siguiente y volviendo a amenazar a los más débiles con otro atraco: el copago en la sanidad pública. Y es que cuando un gobierno sin timón se siente acorralado por los tiburones exteriores y padece el sídrome de molestar al adinerado lo menos posible, pueden -y de hecho, ocurren- suceder estas cosas. Máxime cuando el atribulado Zapatero se encuentra "tan bien documentado" por sus 600 asesores, entre los que se encuentran -vivir para ver- el "prestigioso" Boyer, cercano al grupo FAES, que como todos saben, preside el "ilustre estadista" y ex-presidente del país José M. Aznar.
Así le van las cosas a este "desgobierno".

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