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domingo, 10 de octubre de 2010

Miguel Hernández: Poemas de amor



Los enemigos de Miguel Hernández, los que no sufren su literatura, tienden a encasillar al poeta de Orihuela, dentro de la mal llamada poesía política, como si el caso de estar firmemente comprometido con la situación social que vive el pueblo en ese momento fuera una mancha que desprestigia su actividad literaria. Y ocurre todo lo contrario; como repite, cada vez que le preguntan a Luis García Montero por el escaso interés que demuestra el público por la poesía, este responde una y otra vez, que el culpable de que esto suceda no es otro que el propio poeta, por no reflejar en ella la realidad del momento, ya que al no hacerlo quedan desfasados por los acontecimientos y lo que cuentan, es tan subjetivo que no llega a interesarle a nadie.

Pero es que en Miguel, además del compromiso político, se da a la vez la militancia en el amor, dos aspectos de la vida que no tienen por qué ir por separado, sino que más bien se complementan. Tratar de encuadrar los versos de Miguel Hernández, dentro de la poesía activista, es, sencillamente, simplificar el contenido total de su obra, si no, juzguen la pequeña selección que escojo.




A mi Josefina

Tus cartas son un vino
que me trastorna y son
el único alimento para mi corazón.

Desde que estoy ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar tu cuerpo,
amargo igual que el mar.

Tus cartas apaciento
metido en un rincón
y por redil y hierba
les doy mi corazón.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme, paloma,
que yo te escribiré.
Cuando me falte sangre
con zumo de clavel,
y encima de mis huesos
de amor cuando papel.



Por una senda van los hortelanos


Por una senda van los hortelanos,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de inviernos, primaveras y veranos.

Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
y van a la canción, y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.

Por otra senda yo, por otra senda
que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino.

Bajo su frente trágica y tremenda,
un toro solo en la ribera llora
olvidando que es toro y masculino.



Me sobra el corazón


Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?… no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón.

Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.


Canción última


Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.


Besarse

 
Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
e toda la vida.

Ascienden los labios
eléctricamente
vibrantes los rayos,
con todo el fulgor
de un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte.

Descienden los labios
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.


Menos tu vientre


Menos tu vientre
todo es confuso.
Menos tu vientre
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre
todo es oculto,
menos tu vientre
todo inseguro,
todo es postrero
polvo sin mundo.
Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.


Dime

 
Dime desde allá abajo
la palabra te quiero.

¿Hablas bajo la tierra?

Hablo con el silencio.

¿Quieres bajo la tierra?

Bajo la tierra quiero
porque hacia donde corras
quiere correr mi cuerpo.

Ardo desde allí abajo
y alumbro tus recuerdos.


Déjame que me vaya

 
Déjame que me vaya,
madre, a la guerra.
Déjame, blanca hermana,
novia morena.

¡Déjame!

Y después de dejarme
junto a las balas,
mándame a la trinchera
besos y cartas.

¡Mándame!


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