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miércoles, 23 de febrero de 2011

23-F: Treinta años después




Hoy se cumplirán treinta años de aquel esperpéntico intento de golpe de estado que un grupo de guardias civiles, al mando del teniente coronel Antonio Tejero en Madrid y algunos militares en Valencia, al mando del capitán general de la II región militar, Jaime Milans del Bosch, quisieron llevar a efecto. Aquello no fue más que la constatación de una amenaza anunciada, ya que a nadie sorprendió la realización de aquel acto, puesto que ésta era una constante en nuestras vidas desde que el viejo dictador muriera plácidamente en la cama y sus pupilos (militares, viejos falangistas, excombatientes, nuevos cachorros) mantuvieran a la joven democracia –y al presidente de turno, Adolfo Suárez- medio secuestrados.



Alfonso Armada, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército




De hecho, de todos eran conocidas las continuas reuniones conspirativas que mantenían sectores destacados del franquismo, con miembros del ejército y grupos de la ultraderecha, “para solucionar, decían, los males por los que atravesaba España, males originados en su mayoría por la resistencia que mantenían los sectores franquistas a disolverse y acatar las nuevas leyes por las que se regían el resto de la población, además del acoso a que, el entonces feroz partido de la oposición, el PSOE, sometía al gobierno de Suárez, deseoso de llegar a un poder que se le resistía en las urnas, más el conflicto interno que se producía dentro de las filas de la UCD, donde las distintas familias que lo componían, luchaban vergonzosamente por coger la dirección del partido y las riendas del estado.

Lo que sí sorprendió, fue que con todos estos antecedentes, y las detenciones que se habían producido en 1978 en la operación Galaxia -donde fue apresado y condenado a siete meses de prisión, el teniente coronel de la guardia civil, Antonio Tejero- los servicios de contraespionaje español y americano, no hubieran detectado esta conspiración que se organizó y preparó sin el menor cuidado. Todos sospechaban que algo se tramaba contra el poder legalmente establecido, pero los encargados de descubrirlo y paralizarlo, o no quisieron, o miraron para otro sitio.




Jaime Milans del Bosch, Capitán General de la II Región Militar




Esta es una de la muchas incógnitas que a día de hoy quedan por resolver. La otra, el grado de participación de algunos dirigentes del Partido Socialista, si no de todo el partido, en la gestación del golpe de estado (se habló durante mucho tiempo de la presunta implicación de Enrique Múgica, ex Defensor del Pueblo, al que se le vio reunirse en varias ocasiones con el general Alfonso Armada), y, por último, la sospecha de que Juan Carlos estaba al tanto de todo, pues no era posible que su mano derecha, el general Armada (segundo Jefe del Estado Mayor del ejército), no le tuviera informado de lo que se proponía y, mucho menos, que actuara por su cuenta. Es más, el hecho de permanecer escondido, esperando ver en qué acababa la revuelta, no apareciendo hasta bien estrada la madrugada del día 24 (una y cuarto), cuando el golpe estaba más que frustrado -a causa de la negativa del intransigente teniente coronel Tejero, que no aceptaba la lista que el general Armada le presentó para formar el futuro gobierno, en la que, presidido por él, incluía a miembros del Partido Socialista y al propio Santiago Carrillo-, resulta del todo sospechoso. Fue célebre la frase que le espetó el bigotudo guardia civil al leerla: "Yo no he asaltado el congreso para esto", y le exigió que se marchara, con la amenaza de pegarle un tiro.



Antonio Tejero, teniente coronel de la guardia civil



Afortunadamente, el golpe de estado fracasó por diversos motivos, el más importante fue la indecisión de algunos capitanes generales que no se atrevieron a secundarlo, hasta ver cómo evolucionaba la intentona, y la mala organización del mismo, dejando en un segundo plano la formalización del previsible gobierno provisional que tomaría las riendas del país, unido a la poca maduración del acto. Todo fue demasiado espontáneo, improvisado, realizado con más vísceras que cerebro. La extrema derecha estaba impaciente por cambiar el rumbo político del país y no encontraron mejor ocasión para ello que el malestar que se vivía en aquellos días para intentar subvertir el futuro de los españoles e introducirnos de nuevo en las cavernas de la dictadura.
Por fortuna, esta trágica aventura no llegó a buen puerto, aunque nos dejó bastantes heridas. Desde entonces la democracia se adulteró, sobre todo, a partir de la entrada en el poder del Partido Socialista, el cual, para pagar las deudas contraídas con Billy Brandt (tanto económicas como políticas) comenzó a adulterar el carácter que impregnó la transición, y sucumbió a los mandatos que le exigía la poderosa Alemania, pero, sobre todo, el espíritu de las revueltas quedó secuestrado ante las continuas llamadas al orden, la responsabilidad y el fantasma de un nuevo golpe de estado. Estas fueron las armas más precisas para adormecernos y llevarnos al letargo social que hoy, treinta años después, padecemos. La ciudadanía observa impasible, cómo un puñado de políticos sin escrúpulos conduce al país, y a todo un pueblo, a la más cruel ruina.
Estas son las lecciones de un 23-F que falló en las formas, pero no en el fondo, ya que desde entonces, España dejó de ser el país insurgente y reivindicativo que fue hasta entonces. El "tejerazo" fracasó, pero el golpe de estado contra las libertades y la democracia, triunfó. Para el PSOE, resultó todo un éxito, fue el más beneficiado del clima que se creó como consecuencia de él.



2 comentarios:

  1. Yo vivi,aquellos momentos como la niña que era.Estaba en el colegio,y me impresionó bastante,toda esa información en la television,la programación comenzaba sobre las 14:OO h,con la carta de ajustes creo recordar,pero no,la programación era ininterrumpida,para sorpresa,con pelis,dibujitos,a lo que no estabamos acostumbrados,como una fiesta televisiva.

    Si hubiera comprendido el alcance de dicho acontecimiento...

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  2. Y si todos hubieramos entendido el resultado de la intentona, igual no hubisemos hecho los imbéciles, manifestándonos el día después, al lado de los que colaboraron con ella. Las consecuencias que actualmente padecemos, no son más que las secuelas de aquel engaño.
    Un saludo y a crecer.

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