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lunes, 21 de noviembre de 2011

Feliz cumpleaños, Oliver



Hoy hace diecinueve años que nació mi bebé, mi pequeño gorrión, Oliver.

Parece que fue ayer cuando se levantaba de la cama antes que sus hermanos, iba a la cocina a buscarme y con su pelo largo y alborotado (ahora luce un horrible corte pelo-pincho), su pijamita, siempre largo, siempre heredado, me decía, frotándose los ojos, con un tonillo musical: “¡Mamáaaa!”.
Si me sentaba en el sofá a ver la tele, se acurrucaba en mi regazo como un gatito, lo estuvo haciendo hasta los trece años.
No he sido nunca más feliz que cuando, al volver del trabajo, escuchaba su alocado trote por las escaleras para darme un beso, mi corazón latía alegre al ritmo de sus pasos.

Mi pequeño ruiseñor, de risa y beso fácil, que un día llegó a mi vida sin esperarlo. Aún conservo en una caja su tirachinas y una pequeña pelota con la que jugaba constantemente.
Por las tardes, subía a merendar rodeado de amigos, alegre bandada de gorriones que me inundaba por un momento el salón, y a los que yo despedía entre risas y bromas, pero con la dolorosa certeza de que algún día, irremediablemente, crecerían y todos seríamos expulsados de aquel paraíso prestado.

Me inquieto cuando lo veo serio. Enseguida le pregunto: “¿Qué te pasa Oliver?”. “Nada mamá, ¿Qué me va a pasar?”, responde. Claro, es natural, se está haciendo mayor y ya no ríe por cualquier cosa, pero yo no puedo evitar sentir como si algo atenazara mi garganta, impidiéndome respirar, y la necesidad imperiosa de abrazarlo y protegerlo.

Mi corazón siempre anhelará regresar al país de Nunca Jamás, donde un día se quedó a vivir mi pequeño niño perdido.

¡Muchas felicidades, amor mío!





Autora: Carmela

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